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El Rey taumaturgo

Kiko Rosique, 28 diciembre 2022

Durante toda la Edad Media y la Moderna se atribuyó a los reyes franceses e ingleses la capacidad milagrosa de curar la escrófula, la tuberculosis de los ganglios linfáticos del cuello, con una mera imposición de manos a los enfermos. Monarca tras monarca a través de los siglos, cada nueva ceremonia de coronación iba aparejada de otra en la que los llamados ‘reyes taumaturgos’ repetían la liturgia, que el historiador de los Annales Marc Bloch reflotó en la contemporaneidad con su obra clásica titulada justamente así.

Sólo a un fenómeno del mismo cariz prodigioso se puede atribuir que el tradicional discurso navideño del rey Felipe haya alcanzado este año la categoría de verdadero sortilegio. Su mera apelación a la “colaboración leal” entre los poderes del Estado para evitar el “deterioro institucional” ha curado en tres días la parálisis que aquejaba al Consejo General del Poder Judicial desde hace tres meses  y, por fin, éste ha designado a los dos magistrados que le correspondían para renovar el Tribunal Constitucional y que el Gobierno pueda aportar simultáneamente los suyos.

Cada Nochebuena, los ciudadanos y sobre todo los periodistas nos abalanzamos sobre las palabras, necesaria y lamentablemente inocuas y estereotipadas, que nos dirige el monarca, y las escudriñamos con un voluntarioso microscopio para extraer de ellas el significado trascendental que anhelamos. Casi todos los años ponemos de nuestra parte más que él de la suya, e interpretamos hondas bienaventuras entre líneas más bien convencionales, como cuando las profiere un oráculo, un horóscopo o la chica que nos gusta y no nos hace ni caso. Pero esta vez hasta los escépticos y los iconoclastas tenemos que reconocer el efecto maravilloso de su verbo.

“El rey te toca, el rey te cura”, pronunció Felipe de Borbón como sus antepasados franceses tocando suavemente la cabeza de los vocales del CGPJ, y de repente los progresistas se dieron cuenta de que tampoco era tan necesario encumbrar a Juan Manuel Bandrés al TC, sino que por un “sentido institucional” en el que no habían reparado antes les valía con la también magistrada de su cuerda María Luisa Segoviano. Y los conservadores, simétricamente, se desentendieron de la supuesta táctica obstruccionista del PP y comprendieron de súbito que no tenía sentido mantener ‘ad infinitum’ su mayoría artificial. 21 años después, una nueva mágica intervención televisada ‘rex ex machina’ en horario nocturno ha permitido que otro golpe de Estado se disuelva por arte de magia.

Los racionalistas que no nos sentimos más ligados al pasado de España que un cliente de hotel a quienes le precedieron en el usufructo de la habitación, y que no acabamos de comprender por qué un rey ha de ser mejor (ni peor) jefe de Estado que un presidente de república, no somos capaces de atisbar estas sutilezas con las que los ungidos se erigen en benefactores del destino de su pueblo, pero hay que admitir que ningún líder vinculado a un partido político habría podido mover de esta forma las voluntades enquistadas de los cargos nombrados por voluntad de una formación y a la vez las de los designados a instancias de la contraria.

Es cierto que, igual que para la curación de la escrófula se barajaban otras posibles causas, incluida la espontánea, que terminaron imponiéndose y desterrando las ceremonias taumatúrgicas, no cabe descartar que en el desbloqueo del TC hayan influido motivos más pedestres como la intención del PSOE de reformar los términos de elección de los magistrados y, en sentido contrario, los recelos de la UE a dicha modificación unilateral por parte del Ejecutivo.

Sin embargo, la regla de Bayes implica que consecuencias insólitas tienden a hacer pensar en causas excepcionales, y a estas horas no hay ninguna prueba empírica que refute la hipótesis de la providencia regia. Es más, ésta se vería notablemente reforzada si, a lo largo de 2023, las recomendaciones del monarca fueran también atendidas en lo que respecta a la renovación del CGPJ y en su llamamiento a la unidad de los españoles, justo cuando arranca un año electoral en el que a casi todo el mundo le interesa mantener viva la polarización. Y, en cualquier caso, si ni una cosa ni otra se cumplen hasta pasadas las elecciones generales, siempre podremos aferrarnos a nuestros cuentos de hadas y príncipes encantados atribuyendo su consecución al próximo discurso de Nochebuena.

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Publicado por Kiko Rosique

Redactor de Política de la agencia de noticias Servimedia desde 2015. Columnista semanal del diario 'El Mundo' en su edición de Castilla y León hasta 2013 (www.kikorosique.com). Autor del ensayo 'El cuento de las naciones' (www.elcuentodelasnaciones.wordpress.com). Tw: @KikoRosique

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